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Psicología de la infancia

¿Experimentará tu bebé la ansiedad del 8º mes, la fase del no, la edad de los berrinches, los terrores nocturnos, el objeto de transición, la crisis de independencia, el complejo de Edipo, etc.? ¿Qué tipo de madre eres? ¿Cómo vas a reconocer lo que es "normal" de lo que no lo es? Un pequeño recordatorio: ni tu historia ni la de tu hijo están escritas en ningún libro o revista…

6 mins para leer Nov 26, 2015

¿Existe un método para aprender sobre bebés?

¿Hay algo más desconcertante que un bebé? Hay momentos en los que te gustaría saber qué pasa por esa querida cabecita. Con espíritu inquieto, como padres modernos, han resuelto informarse… Pero en la sección psicología infantil de las librerías, la cabeza empieza a darte vueltas: "Comprender mejor a mi bebé", "Bebé, dime quién eres", "El bebé ¿es un adolescente?", "El bebé y la separación", "¿Por qué llora el bebé?", "El bebé y su peluche", "El bebé se despierta por la noche", "El bebe no tiene hambre", "Los berrinches del bebé"… ¡Está claro que la psicología de los más pequeños es una ciencia que causa furor! ¿Pero no se corre el riesgo de perder el norte? El siglo XX progresó en la comprensión del desarrollo psíquico de la primera infancia, gracias a los grandes investigadores en un terreno hasta entonces inexplorado, abandonado durante siglos al exclusivo conocimiento empírico de las madres y las nodrizas. Un conocimiento que tenía su parte de sabiduría y su parte de superstición, pero que se transmitía de madres a hijas. Los fundadores de la psicología de la primera infancia, formados todos en el psicoanálisis, fueron Anna Freud, Mélanie Klein, Donald Winnicott, René Spitz, Michael Fordham, John Bowlby, Françoise Dolto, por citar sólo a algunos… Fueron tanto teóricos de la disciplina, sobre la que dejaron una obra coherente, como prácticos, que durante toda su vida pasaron en consulta con pacientes infantiles. Gracias a ellos se han descubierto conceptos fundamentales que han permitido adelantos en el trabajo terapéutico en niños necesitados de ayuda psicológica, madres con dificultades en las relaciones con su bebé, pero también en la acogida de niños y padres en medio hospitalario.

Del trabajo de cada uno de ellos, a fuerza de divulgarse, se ha extendido un único concepto, en ocasiones deformado, siempre simplificado: la idea de que todo se determina en los primeros meses de existencia (Mélanie Klein); el concepto del objeto de transición (Winnicott); la ansiedad del 8º mes y la fase del no (Spitz); la teoría del apego y la angustia de la separación (Bowlby); la necesidad de explicarles todo a los bebés (Dolto)… Ideas generales todas ellas, abstractas y no siempre bien comprendidas, que alimentan el discurso sobre los bebés y a veces son objeto de controversias entre los especialistas... pero que a ti ni te van ni te vienen.

Dogmatismo: ¡cuidado, peligro!

Aunque no seas lectora asidua a publicaciones sobre primera infancia, no eres ajena al discurso reinante, a sus reapariciones y contradicciones que te llegan por medio de programas de radio, de televisión, a través del artículo de una revista o la conversación con otros padres. Por no hablar de lo que tú misma descubres con Google.
•    "¡Te digo que si Carolina está tan difícil en estos momentos es porque ha entrado de lleno en la fase de la ansiedad del 8º mes!
•    ¿Segura? ¡Pero si sólo tiene 6 meses!
•    No, pero parece que la ansiedad del 8º mes no es sólo una cuestión de edad. De hecho, dicen que ahora se produce mucho antes!"

Y tú te sumes en un mar de dudas. Intentas hacerlo todo lo mejor posible y las actitudes de tu bebé te desconciertan, especialmente esos cambios bruscos de humor cuya causa no entiendes. Ante lo inexplicable, cualquier teoría resulta tranquilizadora, de ahí el éxito de esos discursos que estructuran el desarrollo del bebé en etapas psicológicas clave. Sin embargo, pasar de la teoría a la aplicación práctica en cuestiones de comportamiento resulta inevitablemente reduccionista e impreciso.

 Se habla mucho, por ejemplo, de la "la angustia de la separación", que según parece surge en torno a los 8 meses (lo que sería "la ansiedad del 8º mes"), o bien antes, hacia los 4 o 6 meses, cuando el bebé adquiere conciencia de que su madre no forma parte de él, que su madre puede desaparecer. Cuentan que entonces se hace difícil separarse del bebé, la guardería se convierte en un problema, etc. Pero a lo mejor esto no le pasa a tu hijo. O quizá le suceda más tarde. O le pase con el padre. ¿Quién sabe? Cuando Bowlby y Mary Ainsworth investigaron sobre el apego, en los años sesenta, los sujetos de estudio eran días enteros madre-hijo, pero las cosas han cambiado mucho. Si la persona que más se ocupa del bebé es el padre, o la abuela, será con ellos con quienes establecerá más fuertemente estos problemas. Sea como sea, ¡sería una lástima temer la separación con el pretexto de que sin duda va a provocarle ansiedad! Si una se pone a interpretar los comportamientos del bebé de forma tan dogmática, corre el riesgo de perderse lo que realmente está viviendo, o bien, peor aún, de provocar alguno de estos síntomas porque los proyecta sobre el niño.

La clásica pregunta: ¿qué tipo de madre eres?

Al igual que sucede en Pediatria, en la psicología infantil también se dan modas, proponiendo teorías que, al cabo de uno o dos decenios, en ocasiones, se transforman en...¡todo lo contrario! Y entonces los padres se sienten perdidos, mareados de una verdad a otra. Siguiendo los pasos de Freud, se ha tendido a dar de la madre una imagen de castradora, asfixiante, posesiva. En los años cincuenta, la psiquiatría infantil, que se desarrollaba en el contexto de los traumas de la guerra, descubrió la importancia terrible de las carencias afectivas en el desarrollo del niño. Luego en los años sesenta vio la luz la teoría del apego, magnificando el necesario día a día madre-hijo. Hoy en día, los psiquiatras infantiles, muy mediatizados pero catedráticos, sostienen discursos contradictorios y las madres ya no saben qué postura adoptar: ¿acaso soy demasiado funcional? ¿o demasiado poco? De hecho, a las revistas les encanta plantearnos la pregunta: ¿Qué tipo de madre eres? Proponer identificaciones con modelos esquematizados, basados en los tópicos. A los padres tampoco les va mejor: se les exige hacerlo todo como si fueran madres, ¡y luego se les recrimina y se les explica que ellos son la ley, la autoridad, que su misión es impedir la fusión del bebé con la madre!

La respuesta: eres una madre única de un individuo excepcional

Uno no puede sustraerse a las tendencias de su tiempo y por otra parte sería una lástima no aprovecharse oportunamente de los avances alcanzados en el conocimiento de la psicología de los bebés. Los niños de corta edad, a lo largo de su desarrollo psicoafectivo, atraviesan fases comunes que interesa conocer, pues nos ayudan a comprender determinados cambios en su comportamiento… Pero cada bebé experimenta cosas únicas, que percibe y manifiesta de una forma única y particular, la suya. Basta con tener dos niños para quedarse pasmada ante sus diferentes reacciones en situaciones que, sin embargo, ¡son muy similares! El primero estaba pegado a tus faldas a una edad en la que el segundo no paraba de escaparse a la aventura, o al revés… Un ejemplo entre mil. ¿Acaso eres una madre fundamentalmente distinta con uno y otro? Seguro que no, pero cada uno de nuestros hijos, en cambio, es un caso particular.

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